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Año 9 El cierre antes del renacimiento.

Escrito por BEATRIZ URIBE

¡Hola Terrícola!

Quizás hayas visto en alguno de nuestros materiales el slogan “Ciencia y Consciencia”, y quiero contarte la historia detrás de esas palabras.

Soy hija de médicos chambeadores (mi padre, con casi 75 años, sigue en activo), así que crecí entre libros de ciencia, pero también entre plantas, hierbas, historias y leyendas. Creo que mi mami —un poco por formarnos, un poco por darnos equilibrio, y un tanto más por enfocarnos porque mi hermana y yo tenemos TDAH— siempre que había algún detalle, reto, tarea o problema nos decía:

“Échale ciencia”.

Y continuaba:
Casi todo se comprende, describe, explica y predice con alguna ciencia… a ver, piensa.
Y empezaba a listarlas: Física, Química, Matemáticas, Geología, Geografía…

Y ya que una “le atinaba” 😆 a la ciencia, remataba con:

“Ahora échale consciencia”.

Cuando nos quedábamos con cara de what? 😵, nos explicaba:

“La ciencia te ayuda a entender, medir y analizar las causas de lo que sucede… pero ahora mira más allá.
No te quedes solo con los datos: escucha lo que te dice tu intuición y tu corazón.”

Mi madre, más que médica, era una Mujer Medicina: de la mano de las ciencias nos conectaba con la mente lógica, y a través de la consciencia nos regalaba la otra mitad del universo: la parte no tangible, no visible… pero presente.

La ciencia por sí sola puede ser fría. La consciencia le da dirección, propósito y sensibilidad.

Juntas nos ayudan a integrar la información, y eso significa para mí hacer cosmética con Ciencia y Consciencia.
Pero esta historia no va de eso; es solo el preludio para contarte que cuando empecé a estudiar numerología en el 2019, lo hice al mismo tiempo que mi esposo. Él se apasionó de inmediato… a mí me costó más.

La numerología no es una ciencia, así que hasta que encontré la conexión con la biología fue que me la empecé a creer.

La numerología y sus ciclos

La numerología parte de la idea de que la vida y el universo se mueven en ciclos regidos por vibraciones numéricas.
Estos ciclos se manifiestan en todo: en la vida humana, en los ritmos de la Tierra, en los eventos globales y hasta en el clima social.

Se trabaja con un ciclo de 9 etapas porque solo se consideran los números fundamentales del 1 al 9.
Después del 9, los números no desaparecen: se reciclan, vuelven a su esencia sumando sus dígitos.

·         10 → 1

·         11 → 2

·         12 → 3
… y así sucesivamente.

Esto es posible porque nuestra matemática opera en base 10: contamos del 0 al 9 y luego reiniciamos el ciclo.

La numerología toma esa estructura universal y la convierte en un lenguaje simbólico de ciclos, cierres y renacimientos.

Año Universal y Año Personal

El Año Universal es la vibración numérica que influye a toda la humanidad durante un año calendario.

2025 → 2 + 0 + 2 + 5 = 9

Es la energía colectiva, el clima emocional y social del planeta.

El Año Personal, en cambio, solo te influencia a ti. Se calcula así:

Día de nacimiento + Mes de nacimiento + Año Universal

Ejemplo: 14 de marzo → 1 + 4 + 3 + 9 = 17 → 1 + 7 = 8

Cada año tiene una vibración diferente

1 — Inicio: nuevos comienzos, identidad, decisiones.
2 — Unión: vínculos, pareja, emociones, cooperación.
3 — Creatividad: expresión, comunicación, expansión social.
4 — Estructura: orden, trabajo, bases sólidas.
5 — Cambio: libertad, movimiento, transformación repentina.
6 — Amor: hogar, familia, armonía, responsabilidad afectiva.
7 — Introspección: espiritualidad, estudio, sanación interna.
8 — Poder: éxito, abundancia, liderazgo, cosecha.
9 — Cierre: soltar, depurar, culminar, preparar renacimiento.

Mi momento "clic"

Empecé a estudiar todo esto en 2019 y pensé: “hmmm, qué interesante.”
Luego vino la pandemia, y más por necesidad que por decisión, seguí estudiándolo para entender lo que estaba pasando a mi alrededor.

A esto le tuve que “echar ciencia” (como decía mi mami), y solo entonces empecé a creer realmente en estas vibraciones numéricas: cuando las relacioné con el ciclo de la célula eucariota. Ahí todo hizo clic.

No era místico ni aislado, era un reflejo simbólico de los mismos patrones que veo en la naturaleza, en la piel, en la química y en los procesos vitales.

La célula nace, crece, se transforma, entra en crisis, se reorganiza, se divide y vuelve a empezar…
Exactamente como los ciclos del 1 al 9.
(El ciclo celular tiene 4 fases principales y 5 subfases: son 9.)

Cuando entendí ese paralelismo biológico, pude comprender la numerología desde un lugar más profundo, más real y más conectado con la vida.

Y cuando elegí creer de verdad, fue cuando hice los números del año en que mi mami trascendió.
Ella partió en el 2016, un Año Universal 9: el año del cierre, de la culminación, del retorno, del último portal antes del renacimiento.

Ahí comprendí que incluso su despedida estaba inscrita en un ciclo mayor.

Elegir creer

Desde entonces ELEGÍ CREER porque creer es un acto de decisión.
Creemos lo que decidimos creer.

Hay cosas comprobadas científicamente que poca gente cree,
y muchas cosas sin evidencia científica que millones de personas creen.

Para mí, la numerología no es un oráculo, es una ruta que me ha servido para transitar con más gracia y alegría por la vida.

En 2020 fue mi paz mental: mi mantra era
“Ok, ok… es un año 4. Toda la estructura cambia, todo se reordena.”
Y así, no entraba en pánico.

Este año ha funcionado igual, Terrícola. Ha sido un año locochón: de cierres, depuración, limpiar, soltar, perdonar, perdonarme y dejar espacio para lo nuevo.

El Año 9 multiplica lo que ocultamos, intensifica lo que ignoramos, acelera finales inevitables y empuja cambios pospuestos.

Si has sentido una oscuridad extraña —como cuando la noche está en su punto más profundo— es la energía del Año 9: un negro intenso y mágico como el lustre de la obsidiana.
La puerta que se cierra para permitir que otra se abra.

El Año 9 no destruye: depura.
No castiga: acomoda.
No desordena: prepara el terreno.

Estamos por renacer

Y desde nuestro frente (la cosmética), te preparamos para ese renacimiento con una Navidad Black que trae regalos alineados a las necesidades del momento, tanto de Ciencia como de Consciencia.

Tuve una gran maestra argentina que, al hablarme de leyes universales y ver mi cara de “sí, ajá, interesante”, me decía:

“No te pido que me creas. Solo que juegues a creerme, veas qué pasa… y entonces decidas.”

Te invito a hacer lo mismo, querido Terrícola.

Con amor,
Bu.